El tormento de E. Thompson - Juan Carlos P. Melgar


EL TORMENTO DE E. THOMPSON

     Estaba parado frente a aquel extraño sujeto de mirada perdida. El hombre estaba llorando, no sabía si era por el susto o por algo más; después de todo perderse en un cementerio antiguo no era cuestión de gracia.
     —Señor, cálmese, por favor —dije tratando de controlar el temblor en mi voz—. Tenemos que ubicar a algún guardián que nos conduzca a la salida, no hay nada que temer.
     Para mi mala suerte yo también estaba perdido en aquella necrópolis ahora convertida en museo, el Presbítero Maestro.
     Todo inició por causa de mi maldita curiosidad. Me desvié del grupo con el que había entrado a hacer el recorrido y me quedé admirando algunas de las hermosas pero tétricas esculturas de algún mausoleo cuando, en un abrir y cerrar de ojos, estaba solo rodeado de lápidas y criptas, y sin ninguna persona cerca.
     En mi desesperación de encontrar algún ser vivo empecé a caminar en línea recta esperando toparme con alguien que pueda ayudarme. 
          Mientras caminaba, el frío en el ambiente empezó a sentirse con más fuerza.
     —No te sugestiones, no existen los fantasmas —me repetía como una especie de mantra tratando de no hacerme sugestiones de actividades paranormales.
     Un desconsolado llanto se escuchó entre uno de los nichos sepulcrales, era un hombre con una vestimenta un tanto extraña, casi formal, como si hubiera venido directamente de su oficina hacia aquí.
     Me acerqué a él, el frío aumentaba y la noche se iba haciendo cada vez más lenta.
     —Oiga, señor, ¿está bien?
     El hombre seguía llorando, como si mis palabras no hubieran llegado a sus oídos.
     —Señor, ¿sucede algo? ¿También está perdido?
     El sujeto me miró asustado. Estaba temblando y el frío del ambiente no ayudaba mucho a mejorar su condición.
     —Ayúdeme, por favor.
     —Sí, aquí estoy —dije estando cerca de él.
     —Gracias, no sé por qué estoy aquí…
     —Está igual de perdido que yo, descuide, vamos a salir de aquí.
     El hombre volvió a llorar.
     Unas risas se escucharon a lo lejos. ¿O, fueron ruidos de algunas aves? No lo supe con certeza, pero aquel ruido me encrespó los cabellos. Era oficial, el lugar, el frío, la noche, el sujeto llorón a mi lado y aquellos sonidos escalofriantes habían logrado asustarme. No podía sucumbir ante el temor, tenía que volver a la maldita salida del cementerio.
     —Señor, cálmese, por favor.  —Mi voz temblorosa estaba siendo fuertemente controlada—. Saldremos de aquí.
     Ambos empezamos a caminar en línea recta, suponía que en algún momento llegaría a la salida o a algún muro que rodeara la necrópolis. 
     —¿Cuál es su nombre, señor?
     —Mi…mi nombre es Enrique.
     —Bien, Enrique. Tenemos que volver a la entrada de este lugar, una vez ahí podremos ubicar al grupo con el que cada uno vino.
     —¿Grupo?
     —Sí. ¿No vino acaso con un grupo para hacer la visita turística?
     —No… vine solo.
     —¿Solo? Eso es tener valentía —dije, tratando de subirle el ánimo.
     —No… no tengo nada de valiente. 
     Su mirada perdida y su traje formal aunque antiguo, me llamaban mucho la atención.
     Un fuerte viento sopló en el campo santo haciendo que el polvo se levantara y las ramas de los viejos y secos arboles del lugar se estremecieran.
     —Enrique, ¿y qué te trae por aquí? ¿También viniste a ver la cripta de los héroes?
     —No, vine a visitar una tumba. Me dijeron que la encontraría aquí.
     —¿Visitar?
     —Sí…
     Sabía que algunas personas venían a visitar las tumbas de diversos personajes que, según las leyendas urbanas, concedían milagros.
     —Oh… un creyente de milagros —dije—. Yo no creo en eso, pero respeto mucho su fe.
     —¿De qué hablas? —me contestó Enrique.
     —Viniste para pedir un milagro a alguna almita que no puede descansar o algo así, ¿cierto?
     —No, he venido a visitar una tumba, la tumba de Carolina Zamudio.
     Algo aquí no encajaba. Lo poco que escuché del guía era que, ya hacía bastante tiempo atrás, nadie era enterrado en este lugar. ¿Por qué alguien buscaría la tumba de una persona que murió quizá hace cincuenta años atrás o más? 

(Fragmento)

Juan Carlos P. Melgar
(Ica)

JUAN CARLOS P. MELGAR Nací en Ica, pero viví en Lima casi toda mi vida. Soy Economista, Bloguero, Amante de la noche y las aventuras. Actualmente vivo en Brisbane, Australia. 

*Relato incluido en Atmósfera sombría (Edit. Poetas y Violetas, 2017). El autor tiene cinco relatos en este libro de cuatro narradores. Más info del libro aquí. La obra la encuentras con la editorial escribiendo a poetasyvioletas@gmail.com

Para leer más relatos del libro aquí.



________________________ 

Mira nuestras convocatorias aquí.
Visita nuestro catálogo de libros aquí.
Y si quieres publicar tu libro con la editorial, escríbenos al correo poetasyvioletas@gmail.com

Dale Me Gusta a nuestro fanpage: Poetas y Violetas
Síguenos en Twitter: @PoetasYVioletas


Comentarios