La mercancía - Angel Asto Sulca


LA MERCANCÍA

     La mesa de manteles de terciopelo tenía bordadas algunas flores de lirios y rosas. Dos tazas de café surcaban el extremo de la mesa. Solo había una figura trémula sentada en una de las sillas, se notaba impaciente, mirando la puerta por donde se colaba la lluvia desde la calle inundada de agua y barullo. Los huesos de la mano le crujieron con un sonido sordo que acalló la distancia arremolinándose entre el sudor provocada por los pasos de una mujer de semblante frágil que caminaba con un aire apaciguado delatando sus manos curtidas por el agua fría de la noche. La certidumbre cundió sobre el rubor de sus mejillas y supuso que aún quedaba tiempo suficiente para comer algo y sentir alivio en las tripas que ya habían empezado a crujir sin misericordia.
     La mujer de semblante apaciguado lo atendió con amabilidad limpiando cada detalle de la mesa y por algunos instantes parecía sonreír intrigada por las dos tazas; se deshizo en gestos de cortesía y se retiró aún con la calidez del vaho de la respiración inundando el pequeño espacio. Él asintió la cortesía con leves movimientos de sus dedos aguileños y se quitó el saco negro de lona dejando ver su osamenta nítida a través de una camisa endeble de gris pálido. No bien terminó de sentarse y acomodar sus pies helados pudo notar que en la puerta había una mujer vieja ensopada hasta los pies y detrás de ella una figura débil y pequeña que se resguardaba inútilmente debajo del marco de madera. La lluvia había empezado a caer en un torrente diluvial.
     La mujer entró sacudiéndose con ademán de perro recién bañado y observó cada mesa con minuciosidad de cirujano.
      —¡Aquí estoy! —dijo el anciano mirando a los costados como si hubiera dicho algo grotesco.
     La anciana lo miró detenidamente y se acercó haciendo gestos de aprobación a la joven acompañante que caminaba despacio y con demasiada precaución. Se sentaron ambas al mismo tiempo con una sincronización marcial: la joven en una esquina lejos de la mesa que aún tenía las dos tazas de café servidas.
      —Con este frío y esta lluvia una no sabe si caminar o nadar por las calles —dijo.
     —Podríamos hacer ambas cosas —respondió él con un gesto de solemnidad para no ahondar más en ese detalle.
     Mientras hablaba se quedó impávido y no se percató de ninguna otra cosa en este mundo cuando alzó la vista de repente y se cruzó con dos ojos negros profundos cuando la joven acompañante se quitó la capucha gris hecha un guiñapo.

(Fragmento)
Angel Asto Sulca
(Ayacucho)


ANGEL ASTO SULCA (Ayacucho) Estudió periodismo y artes plásticas. Productor de la revista Ayacucho & Empresas de la Cámara de Comercio de Ayacucho. Polifacético: apasionado por la fotografía, literatura, cine, pintura y música.

*Relato incluido en ¿Quiénes abren las puertas? Once relatos de ficción (Edit. Poetas y Violetas, 2018). El autor tiene un relato en este libro de varias voces. Más info del libro aquí. La obra la encuentras en librería en este enlace o con la editorial escribiendo a poetasyvioletas@gmail.com

Para leer más fragmentos de los relatos del libro aquí.
Lee las bases de nuestra 4ta convocatoria de relatos de tema libre aquí. 


________________________

Lee las bases de nuestra 4ta convocatoria de relatos de tema libre aquí.
Lee nuestra convocatoria de relatos de terror/suspenso aquí.
Mira nuestras otras convocatorias aquí.
Visita nuestro catálogo de libros aquí.
Y si quieres publicar tu libro con la editorial, escríbenos al correo poetasyvioletas@gmail.com
Dale Me Gusta a nuestro fanpage: Poetas y Violetas
Síguenos en Twitter: @PoetasYVioletas

Comentarios