Escalera - Urpi Arcos Escalante


ESCALERA

     Vinieron de visita —una visita para quedarse—, ayer, jueves, cuando regresé del colegio. Como todos los días, esperé en el paradero de siempre con los treinta céntimos que guardaba secretamente del vuelto del pan con pollo en el bolsillo más pequeñito del pantalón. La 73 siempre viene llena: ¡escolares al fondo! ¡Párese pues, ya, ya avanza, dale el sitio! ¡Ese escolar, sácate esa mochila, avanza, avanza más al fondo!... todo  cotidiano, una tarde como cualquiera, las tres y treinta, bulla, el penal seguía viéndose tan grande como siempre.
     Bajé en mi paradero habitual, crucé la avenida en medio de los autos, casi jugando con la muerte y siempre la misma escena al llegar a la acera del frente: mirar las interminables escaleras amarillas, ¿por qué carajos tendré que vivir ahí? ¡Ahí! ¡Casi en la punta del cerro! No he llevado a ningún amigo a mi casa y cuando me preguntan dónde vivo, siempre respondo como con un croquis dibujado en el aire, hago mi recorrido mental, me voy por las tangentes: ¿conoces el paradero penal? Sí, claro. Ya, de ahí a unas cuadras. ¿Por la Av. Principal? Ah, sí por ahí. ¿O por el cerro? ¿El cerro? Nica…quién va a vivir ahí, seré acaso el Ronald, ni jugando. Pobre Ronald, siempre cuando digo eso, se queda mirándome, se pone rojo y agacha la cabeza, no me dice nada, acepta mis burlas; en el fondo me veo en él, de indefenso, de idiota, de un reverendo desgraciado.
     Estoy ahí, parado al inicio de las interminables escaleras, siento que vuelvo a mi realidad, al cruzar esa avenida dejo mi ilusión, mi apariencia, mis recreos de pan con pollo que en el San Gonzaga 053 resultan ser un lujo completo en la hora de recreo.
     Empiezo ahí, antes de la primera grada, a dar inicio a una especie de  peregrinación o mi posible castigo por mis pecados, en medio de todo el polvo, combinado con la atmósfera humeante de los buses y el cielo más gris que mi corazón, lo único amarillo que brilla, casi en mis ojos, es la pintura que me recuerda a Castañeda en la inauguración de estas escaleras, sí que festejamos a lo grande, todos lo recibimos con globos, carteles, como si hubiera llegado el mesías al pleno desierto olvidado, nos traía cemento para tener algo de dignidad al bajar de ese cerro; solo lo vi esa vez, prometió muchas cosas y de eso, solo quedó estas escaleras, ya no comemos tanto polvo en nuestras caminatas, pero la subida a esas escaleras empiezan a recordarme lo miserables que somos, lo poco que podemos aspirar en la vida, lo poco que dura la felicidad, como esa media hora de inauguración y el esperar a que alguien nos regale algo, aunque sea un poco más de miseria; es como subir del olvido a la civilización, de la tristeza de mi madre a la esperanza, de mis tardes viendo las esteras a mi pan con pollo de la hora de recreo.

(Fragmento)

Urpi Arcos Escalante
(Cusco)


URPI ARCOS ESCALANTE (Cusco). Educadora de profesión, eternamente madre y escritora por instinto y necesidad. Poemas suyos están publicados en los libros compilatorios Amor, horror y otros placeres poéticos (2016) y ¿Escuchas los sonidos de la poesía? XX poetisas y poetas (2017) por esta editorial. 

*Relato incluido en ¿Quiénes abren las puertas? Once relatos de ficción (Edit. Poetas y Violetas, 2018). La autora tiene un relato en este libro de varias voces. Más info del libro aquí. La obra la encuentras en librería en este enlace o con la editorial escribiendo a poetasyvioletas@gmail.com

Para leer más fragmentos de los relatos del libro aquí.
Lee nuestra 3ra convocatoria de relatos aquí.


________________________

Participa de nuestra 3ra convocatoria de relatos (31-01-19)  Lee las bases aquí.

Mira nuestras otras convocatorias aquí.

Visita nuestro catálogo de libros aquí.

Y si quieres publicar tu libro con la editorial, escríbenos al correo poetasyvioletas@gmail.com

Síguenos en Twitter: @PoetasYVioletas
En Instagram: @editorialpoetasyvioletas 

Comentarios