Vanessa Dávila - Luis Alberto Gutiérrez

VANESSA DÁVILA

Vanessa era mi apoyo, sin ella no hubiera podido hacer nada de lo que hice. Fuimos enamorados desde los veinte años, novios desde hacía dos y estábamos próximos a casarnos. Habíamos planificado la boda para dentro de dos meses, meses que, claro, se pasaron volando.
—Emilio, amor, ¿vas a invitar a tus papis? —me dijo Vanessa, con un marcado gesto de cariño, con ojos de cristal; como si tuviera lástima al pronunciar la palabra «papis» una tarde en la sala de mi departamento en Tessena.
—No, mi amor. Que se jodan —pronuncié las palabras exactas, sin trabarme, quería hacerme sentir seguro y creo que lo único que conseguí fue arrepentirme de lo que dije.
—Emi, no seas malito con tus papis. Ellos no tienen la culpa de cómo te sentiste desde lo que pasó. —Vanessa me hablaba con tal determinación que hacía bajar la revolución de mi mente, mente que era un comunismo rojísimo que le ganaba siempre a la democracia de mi corazón.
—Vanessa, cariño. No quiero ser grosero, discúlpame; sabes bien que la relación con mis papás no va a cambiar y por el bien de todos, lo más saludable es que estemos separados. ¿Quién sabe?, algún día nos volvamos a ver, pero no en el día de nuestra boda.
—Creo que tendrías que cambiar de parecer, amor. —Resignada, Vanessa, con aires de languidez.
—Creo que tendríamos que bañarnos, se nos hace tarde. —Y le tapé la boca con un beso mojado, tan mojado que me dieron ganas de hacerle el amor en ese momento.
Como lo vaticiné, el tiempo de enero a marzo corrió a una velocidad impropia de la realidad. La iglesia estaba separada para el día tres por la tarde y los invitados eran más amigos y familia de Vanessa. Por parte de la novia estaba invitada su familia entera, amigos de la infancia, del colegio, de la pre, de la universidad y del actual trabajo donde evocaba gran parte de su día en general, fuera de los compañeros del gimnasio y del MBA que cursaba por las mañanas. Por parte del novio (o sea, el solitario, o sea, el cojudo que se peleó con medio mundo y mandó a la concha de su puta madre a su familia, o sea, yo), estaban invitados Lorenzo Almeida y Nicolás Estremadoiro, dos de mis mejores amigos, que compartían mis tardes de Play Station y mañanas de fútbol; que leían mis relatos y me animaban a publicar mi primera novela; mis mejores amigos. Mis únicos amigos.
—Así que vienen el Nico y el Lore. —Vanessa me hablaba mirando Caretas.
—Sí, vienen, mañana llegan de Colombia. Llegan temprano, se cambian y van directo a la iglesia. Luego se perderán de borrachos en la recepción.
—¿Colombia?, ¿y a qué se fueron?
—A jugar póker. —–Mis amigos eran campeones de juegos de azar, las cartas, eran la sorpresa que necesitaban para hacer de su vida, una mucho mejor.
—¡Qué loco!, tanto tiempo de conocerlos y no sabía ese secretito.
—Sí, pues, la vida está llena de sorpresas.
—Quién lo diría.
—Sí, pues, quién lo diría.
Nos acostamos la noche del dos de marzo aproximadamente a las diez y cuarenta y tres, dormimos haciendo cucharita y nos empalmamos en un sueño profundo, que nos devoró desde el primer momento que tocamos la cama. Tenía miedo, no, no tenía miedo, estaba aterrado.

(Fragmento)

Luis Alberto Gutiérrez

(Lima)

LUIS ALBERTO GUTIÉRREZ AGUIRRE (Lima, 1992) Comunicador. Escritor. Novelista. Director del cortometraje Una Más: las heridas nunca cierran. Actual columnista de opinión de los culturales web Reporteros Infiltra2 y Cuenta Artes. Blogger en Té de diablos. Ha publicado el libro de relatos Las historias que siempre callé (El Monitor Ediciones). Además de las ficciones “Lurigancho” y “Oscuras nupcias miraflorinas” bajo las editoriales ELA y El Bosque. Próximo a publicar la novela Los pecados de mi padre.

*Relato incluido en ¿Quiénes abren las puertas? Once relatos de ficción (Edit. Poetas y Violetas, 2018). El autor tiene un relato en este libro compilatorio de varias voces. Más info del libro aquí. La obra la encuentras en librería en este enlace o con la editorial escribiendo a poetasyvioletas@gmail.com

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