El perseguidor - Leo Francisco Zendal


EL PERSEGUIDOR

     De momento, a mis diecisiete años cumplidos, soy el nuevo jardinero. Desde que Emilio, el hortelano, un viejo amigo de la familia, se marchó a la ciudad en busca de su salud perdida, soy quien está al frente de los cuidados del campus, de los parterres, viveros y huertos del antiguo colegio estatal. En casa siguen pensando que soy demasiado joven para asumir tal responsabilidad. No les oigo gran cosa; siento que lo hago bastante bien y la confianza me ha dado su mano.
     Estamos a mediados de otoño y el sol todavía arde en la piel. No hay brisas vespertinas en los campos ni en los montes ni en los ríos aledaños, hay árboles pálidos y tristes; queremos en nuestros jardines un roce de alegría: cierzos, cánticos de pájaros y lluvias de hojas amarillas.
     Durante el día, todo marcha a pedir de boca. Hay mucho por hacer. Antes que los rayos del sol bañen el césped, extiendo las mangueras, las acoplo a los grifos y voy rotando los aspersores mariposa después del tiempo necesario de vitalidad. Para cuando llegan los estudiantes, todo el verdor natural está húmedo y reluciente. En las parcelas de cultivo, preparo el suelo, riego, labro, abono, esparzo la semilla, espero el brote, vuelvo a regar; fumigo, desbrozo malezas, aporco, vuelvo a esperar, cosecho; vigilo las hortalizas y los frutos a punto de madurar, limpio las acequias y podo las gramíneas, los ficus y los rosales; llevo el oficio lo mejor que puedo, con el espíritu puesto en cada labor, tal y como me lo enseñó Emilio durante las dos últimas vacaciones de verano.
     No obstante, poco antes de que caiga la noche, me lleno de temor ante el acecho. Al principio sólo eran asomos, sospechas, reflejos, sombras fugaces al atardecer. Nada que pueda trastocar la rutina de un corazón honesto. Luego, tras un crepúsculo bastante largo y colorido, descubrí que allí fuera había alguien más. Suspiré, mis pupilas se dilataron, las aletas de mi nariz se expandieron más y la campanilla del pavor empezó a dar sus repiques dentro de mí. El aparecido, apostado tras la piedra menos visible del altozano que se yergue frente a la entrada del colegio, con la sagacidad y el fastidio precisos, tenía su mirada puesta en cada uno de mis movimientos granjeros.

(Fragmento)

Leo Francisco Zendal
(Lima)
LEO FRANCISCO ZENDAL (Lima, 1984) Ha publicado textos en diversas revistas virtuales y en 2010 el e-book de poemas Formas de una visión.Actualmente prepara un libro de relatos y una novela.

*Relato incluido en 'Amor, horror y otros placeres narrativos' (Edit. Poetas y Violetas, 2016). El autor tiene un relato en este libro compilatorio de varias voces. Más info del libro aquí. La obra la encuentras en librería en este enlace o con la editorial escribiendo a poetasyvioletas@gmail.com

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