El guapo - Ángel Michael Zárate
EL GUAPO
Todo empezó con un escupitajo en su soupe à l’oignon. Ni ella misma se lo esperaba: recibió la sopa de manos del cocinero, agachó la mitra y cubriéndose la boca pintada escupió.
(¡Yo la vi!).
La Marie-Neige (62 años) quería a su cliente, le adoraba, todas lo adoraban. A simple vista, el Guapo (68 años) era guapo, pero cuando abría la boca era uno más.
(Yo [72 años] diría más bien que le hacían creer que era guapo).
Hacía siglos que cada domingo por la noche el Guapo llegaba al restaurante de la rue Rachel por su soupe à l’oignon; ellas, las chicas (55-71 años), se decían que el Guapo venía a visitarlas.
(Yo, la verdad, lo dudo).
Lo atendían como a un rey en su mesa de siempre, al fondo, alejado de las ventanas, del bullicio, de las otras miradas; solo y a media luz, sentado para siempre frente a un gran espejo emperejilado en sus bordes por caracoles de bronce. Todas habían envejecido frente a aquel siniestro espejo, menos el Guapo, de quien se decía, su piel estaba plastificada.
(Yo creo que era marica).
Y entonces la disputa que para ellas no era una disputa sino una mera rutina laboral comenzaba: miradas que barrían miradas, gestos de blusas, faldas inquietas, muecas, guiños, pellizcos y un disco repetido de malos chistes que el Guapo sorteaba a duras penas, frente a su sopa humeante y dentro de su camisa semiabierta, feliz, resucitándose infinitamente dentro del gran espejo emperejilado de caracoles de bronce, sonriendo a todo el mundo con las manos para aquí para allá en esas sus patillas funestas de viejo chiquillo renegado; parecía tímido, soltero, un poco imbécil.
(Yo que andaba por ahí, de reojo, puedo asegurar que las traía cachondas el muy puto).
(Yo, la verdad, lo dudo).
Lo atendían como a un rey en su mesa de siempre, al fondo, alejado de las ventanas, del bullicio, de las otras miradas; solo y a media luz, sentado para siempre frente a un gran espejo emperejilado en sus bordes por caracoles de bronce. Todas habían envejecido frente a aquel siniestro espejo, menos el Guapo, de quien se decía, su piel estaba plastificada.
(Yo creo que era marica).
Y entonces la disputa que para ellas no era una disputa sino una mera rutina laboral comenzaba: miradas que barrían miradas, gestos de blusas, faldas inquietas, muecas, guiños, pellizcos y un disco repetido de malos chistes que el Guapo sorteaba a duras penas, frente a su sopa humeante y dentro de su camisa semiabierta, feliz, resucitándose infinitamente dentro del gran espejo emperejilado de caracoles de bronce, sonriendo a todo el mundo con las manos para aquí para allá en esas sus patillas funestas de viejo chiquillo renegado; parecía tímido, soltero, un poco imbécil.
(Yo que andaba por ahí, de reojo, puedo asegurar que las traía cachondas el muy puto).
(Fragmento)
Ángel Michael Zárate
(Lima)
ÁNGEL MICHAEL ZÁRATE Poeta y periodista peruano, estudió en la Universidad Jaime Bausate y Meza y en la Université du Québec à Montréal (UQAM). Reside desde el 2010 en Montréal, Canadá. Su cuento “Ni corto ni perezoso” fue finalista del concurso de cuento corto “La cultural de Montréal 2015”.
*Relato incluido en 'Amor, horror y otros placeres narrativos' (Edit. Poetas y Violetas, 2016). El autor tiene un relato en este libro compilatorio de varias voces. Más info del libro aquí. La obra la encuentras en librería en este enlace o con la editorial escribiendo a poetasyvioletas@gmail.com
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